16 de enero de 1966. Supongo que no muchos tengan marcada esta fecha en su calendario como uno de los días históricos del béisbol cubano, pero en el recién inaugurado estadio Augusto César Sandino, el lanzador Aquino Abreu, un guajiro de Cumanayagua, dejó en blanco el casillero de los hits de Occidentales, propinando el primer juego de no hit no run en Series Nacionales.
Para él eso fue poco, nueve días después, en el Latinoamericano, silenció las gradas con otra hazaña: esta vez Industriales no podía conectarle un sencillo. Desde entonces comenzó a escribirse la historia de los juegos de no hit no run en Cuba, que este martes tuvo un nuevo capítulo, protagonizado por los holguineros Raimar Navarro y Pablo Millán Fernández, con la peculiaridad de que este es el primero que se concreta en extrainnings.
Durante diez entradas ambos serpentineros dejaron sin opciones a la batería camagüeyana en sus predios. Raimar, un derecho de 20 años
, natural del municipio Frank País, sorteó las complicaciones por su descontrol (siete boletos y un pelotazo) durante nueve capítulos, solo que sus compañeros también encontraron en Frank Madán un hueso muy duro de roer.
El derecho agramontino mantuvo a raya a los sabuesos (tres inatrapables ante 31 bateadores), les colgó nueve ceros y solo cedió en el décimo episodio, con la Regla Schiller en vigor, cuando Oscar del Rosario remolcó al corredor emergente Luis Raúl Domínguez.
De cerrar el desafío se encargó una de las sensaciones del pitcheo cubano en la actualidad: Pablo Millán Fernández. El espigado cerrador de La Sirena, Gibara, no creyó en la Regla IBAF y retiró a los peligrosos Dayron Varona, Dary Bartolomé y Alexander Ayala, tercero, cuarto y quinto, por ese orden, en la alineación de la escuadra dirigida por Felipe Sarduy.
Mención aparte merece la defensa de Holguín, que facturó un doble play y jugó sin errores, con especial crédito para el máscara Franklin Aballe, quien capturó a dos agramontinos en intentos de robo.
Este es apenas el segundo no hit no run propinado por un serpentinero de Holguín. El anterior privilegiado fue Osvaldo Fernández, cuyas víctimas resultaron los Metropolitanos en noviembre de 1992, con el parque Latinoamericano como sede.
De manera general, este el juego número 52 sin hits ni carreras en nuestros clásicos beisboleros, y el segundo a dos manos, pues los habaneros Walfrido Ruiz y Elpidio Páez lo consiguieron en 1971, mientras que en 1979 tres hombres se combinaron para alcanzar la hazaña con Granma: Juan R. Gómez, Pablo Castro y José Brizuela.
En el resto de los pleitos con estas características los lanzadores han caminado toda la ruta, siendo el supersónico Juan Pérez Pérez el líder con tres (uno per cápita en 1973, 1974 y 1975), escoltado con dos por el mencionado Aquino Abreu, Rogelio García y Maels Rodríguez, este último con el único juego perfecto en Series Nacionales.
Como detalle curioso, otros cinco choques sin hits se han producido en nuestros campeonatos, todos en el período de 1967 a 1969, solo que en estos las escuadras sí anotaron carreras. Quien más sufrió por no completar la hombrada íntegramente fue el abridor de Granjeros, Douglas Sorriba, pues en apenas una semana (9 de enero y 16 de enero de 1968) dejó a Henequeneros y Vegueros sin inatrapables, pero le anotaron una vez en cada pleito.
Lo cierto es que en un béisbol tan ofensivo como el nuestro, y con tantas lagunas en el pitcheo, hechos de esta índole escasean (en la última década solo se han dado ocho), por lo que ahora lo más prudente es felicitar a Raimar Navarro y Pablo Millán Fernández por su proeza, quién sabe si les vuelva a tocar.
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